Y en medio del bullicio de una ciudad adormecida, en aquel mismo segundo, dos amantes responden al grito de dos cuerpos desquiciados; una madre da el último sorbo justo antes de apagar la luz de un día demasiado largo; un ninio aprieta en su mano el sable que ha de salvarle de aquellos que , en sus suenios, vendrán a visitarle; un senior inhala paciente la última bocanada antes de apretar el gatillo que le ha de salvar de una cárcel que él no ha elegido; una seniora - acaso otros no habrán de llamarla así- harapienta y llena de mugre recorre las calles llorando las esquinas.
Y en esa noche en la que la ciudad duerme y da la espalda a aquellos que le dan la vida, tú y yo , observando la vida que corre de ventana en ventana, de calle en calle, discutimos sin palabras la belleza de un encuentro inevitable, la tristeza de una despedida improvisada, la inconstancia de dos cuerpos volátiles que hallan en su atracción el eje que ha de separarles.
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