Quiero ser Zipi o Zape, Peter Pan, Caperucita, Campanilla, Pulgarcita, Grettel (y Hansel, porqué no!), quiero ser un personaje de Callejas o de Hans Christian Andersen, quiero ser uno de esos que permanecerán de por vida en un mundo infantil lleno de fantasía y aventuras, sin pisar jamás el mundo de los adultos en los que el "yo y mi atmósfera" está por encima de todo.
No quiero crecer, quiero ponerme las gafas que transforman la realidad, un eterno caleidoscopio en el que las formas y colores del mundo no den lugar a la pena, al sufrimiento, al egoísmo o a la falta de respeto.
Quiero vivir en la infancia, en la inocencia, en la felicidad continua del amar y ser amado, sin preocuparme por cuánto tiempo durará este estado.
Y jamás crecer, jamás "Madurar", ese verbo horrible que durante mi adolescencia me amenazaba día a día desde los labios de mi madre: madurar, madurar, madurar.... Esa obligación futura e inevitable que me hacía sentir el fruto de un árbol que en cuanto madurara, caería del árbol para golpear con la cabeza la realidad y no volver nunca a la felicidad de la dependencia.
Quiero vivir en el país de nunca jamás y despertar junto a enanos, dragones, brujas buenas y malas, perfilar mi día a día con el pincel de la fantasía hasta que llegue la noche y me acompanie a mi cuna, donde continuaré viviendo la aventura en suenios de futuros juegos.
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