De aquí no me muevo!

16.4.06



Un ruido casi imperceptible y Morfeo abandona la habitación en silencio. Te giras, piensas, cierras los ojos y le vuelves a invocar, suplicando en silencio que te tome entre sus brazos y te haga abandonar temporalmente la realidad. Se resiste. Ruegas, gimes, imploras. Después de una larga batalla en la que rehúsa volver a tus brazos, cuando has perdido toda esperanza, Morfeo te toma con violencia y se funde en tu cerebro para transportarte al estado de la irrealidad. Pero su orgullo supera toda estratagema y vuelve a abandonarte en medio de la noche.
Le prometes de rodillas que desconectarás la máquina que produce sensaciones, propósitos, razonamientos y conclusiones; pero Morfeo, perro viejo en el encuentro nocturno con damas que sin dignidad suplican sus servicios, sabe tan bien como tú que serás incapaz de desenchufar la maquinaria para entregarte plenamente a los placeres que él ha de brindarte.
Tras una larga noche de batalla casi sangrienta y áspera entre su vanidad y tu indignidad, después de llorarle que no te abandonara hasta que el molesto ruido de la maniana destrozara tu tímpano, agotada por el gasto inútil de energías en una lucha perdida de antemano, abandonas la contienda y te arrastras al nuevo día sin la más mínima esperanza de poder salvar un poco de todos los suenios disipados bajo la esencia del abandono de Morfeo.