De aquí no me muevo!

3.2.07

Estaba intentando concentrarme en el trabajo, tarea arduo difícil cuando tu cuerpo vive el presente y tu cabeza está en el futuro cercano de una noche que parece prometer (y promete).
Y pensando en tal promesa, he llegado (un nudo te lleva a otro) hasta el análisis de las películas porno.
Recuerdo la primera película porno que vi, como diría una pija de Nueva Jersey: "OH, MY GOD!". No paraba de preguntarme cómo había llegado el pecho derecho de aquella dama a aquellos tubos tan raros que se suponía que formaban parte de una lavadora (tenía más apariencia de triturador de basuras que de lavadora, pero en fin... el cine hace maravillas!). Y mientras la seniora luchaba por sacar su preciado busto de aquella infernal máquina, un caballero (qué trasero tenía el caballero!) que decía ser técnico de lavadoras raras de cine porno americano, se empeniaba más en apretarle los tornillos de la puerta trasera a la dama que de sacarle la teta de los rodillos dichosos. Yo fruncía el cenio (que no el seno) para concentrarme un poco en el argumento de aquella historia (escaso, tirando a nulo). Mi companiero de "aventura" no fruncía el cenio, se tapaba la entrepierna con un cojín y miraba para otro lado para que no me diera cuenta de que se había puesto colorado. Cuando acabó el "espectáculo", el muchacho estaba caliente y yo confusa... le pregunté: "y se puede saber qué parte exactamente te ha puesto cachondo? cuando a la tía se le engancha la teta en los condenados tubitos, cuando el técnico, en lugar de ayudarla, se la tira como a un perro, o cuando la pilla el marido y acaba masturbándose en lugar de, como haría cualquier hijo de vecino, comerse al técnico con papas?". Él reía, y yo estaba ya hasta furiosa. Llegué a pensar: "seré una frígida?". Pues no senior, no lo era (por si cabía alguna duda). Después de aquella experiencia, estudié un poco más sobre el género, por el puro afán de averiguar qué era exactamente lo que encendía el interruptor sexual de un hombre en aquellas películas. Ninguna de las que vi (excepto la de dibujos animados, que no sé su nombre pero la recomiendo) consiguió que yo devorara a mi/mis companiero/s de las "tardes de cine", al contrario, me aburrían soberanamente. Lo consulté con amigas, enemigas y demás mujeres de mi entorno, todas reconocían (espero que sinceramente) que una película porno jamás podría despertar su líbido. Y entonces me di cuenta: los capullos primaverales, la debilidad del pito desenvainado contra la fortaleza del oculto y profundo poder femenino. Una palabra despierta a la bestia (y cuántas veces lo he comprobado), pero el calor de la entrepierna de una dama necesita de mucho más que una chispa para que se encienda.
Muchachos, lo siento, son ustedes eso que tanto han llamado a las damas: unos facilones!
Nota: el cacahuetis queda excluído de tal afirmación, que es un "muchacho" bien "dificilón"!